Mucha gente cree que las ideas son fruto de un rapto de inspiración, de gente talentosa, o que vienen después de tomar drogas alucinógenas. De las dos primeras ocurre cada tanto, y lo último es altamente improbable.

Las ideas, las mayorías de las veces, surgen a partir del ejercicio de generarlas. Sí suena redundante pero es así. Stephen King, por ejemplo, se levanta todos los días, bien tempranito a la mañana, y acompañado de un mate de Independiente, escribe por 7 u 8 horas diarias. Según él, no siempre se enfoca en una historia en desarrollo; a veces le surgen cuentos, u otras ideas; pero todas son escritas en su procesador de palabras. Muchas quedan a medias, otras terminadas pero sin pulir y otras ya terminadas de un tirón. Pero todas tienen en común que son plasmadas a lo real.  Lo de King es solo un ejemplo de tantos.

También, hay gente que pasa una vida llevando a cabo una sola idea. Se transforman en una larga obsesión hasta corporizarse en lo óptimo para su creador.  Y hay gente que tiene que generar ideas de manera persistente: un publicitario, un guionista de TV. En esos ámbitos la generación de ideas es una constante. Las ideas no están reservadas para privilegiados, sino para quienes se animen a realizar lo que se les ocurra, viendo y probando en el plano de lo audiovisual.

En numerosas ocasiones se descartan ideas por parecer estúpidas o ridículas, no hay que hacerlo; sino tratar de bosquejarlas en el plano de lo concreto.  Pero cuando uno necesita ser creativo o, al menos, ser generador de algo; debe ejercitar la mente para no solo gestar ideas y conceptos, sino también para ponerlos a prueba en la realidad de nuestras respectivas actividades. Claro, hay ideas más plasmables que otras. No es lo mismo pensar un sketch de TV que un avión que viaje por el espacio a 500.000 km/h.  A veces, es necesario bajar las ideas a un plano más terrenal y realista. Mas a nuestro alcance. Y más aun cuando no somos Stephen King, Lennon y McCartney o Edison.

Aun así, hasta los más talentosos y favorecidos en recursos a su alcance, se toman a sus ideas, a su creatividad como un trabajo, como una rutina que se debe llevar a cabo con método y dedicación. Quizás, lo más complicado en toda esta cuestión no sea tener un talento privilegiado a lo Einstein, sino ser disciplinado y constante. Llevar adelante las ideas y proyectos requiere de mucho esfuerzo, de un proceso arduo, donde no van a faltar obstáculos. Mucha gente inteligente y/o talentosa no trasciende por su  carencia de perseverancia y disciplina. Así que ya saben, no es la falta de ideas, sino la falta de orden. Como dice Pedro Saborido “A las ideas hay que hacerlas rodar”.